Velazquez

La transferencia de algunos elementos a la industria de la construcción.

Una experiencia como ésta ratifica que las condiciones que el medio plantea de riqueza de posibilidades de organización y creatividad —que el propio Tumer rescata de su «período peruano»— se diluye en la falta de continuidad de las políticas, en la indefinición del carácter acumulativo del conocimiento y en la carencia de una eva­luación acertada de los proyectos.
El coyunturalismo del hombre americano, esa especie de equilibrio cotidiano con la superviviencia se traslada a formas de irra­cionalidad e individualismo que son desintegradoras y limitadoras de nuestras poten­cialidades creativas.
Buenos Aires
El espectacular crecimiento de Buenos Aires como concentración de servicios y co­mercio, en función de ser el puerto privile­giado y capital de la Argentina se manifestó claramente en 1887 al definir su perímetro «federal» englobando los antiguos poblados Belgrano y Flores.
Buenos Aires, sin embargo no sería una ciudad industrial hasta avanzado el siglo xx y hoy gracias a la política económica liberal está prácticamente dejando de serlo.
Las intervenciones urbanas del Intenden­te Torcuato de Alvear para adecuar Buenos Aires a la imagen de la gran metrópoli cos­mopolita significarán la primera ruptura de la traza con la apertura de la Avenida de Mayo que vincularía visualmente los «mo­numentos» simbólicos de la Casa de Gobier­no y el Palacio del Congreso.
La apertura residencial hacia el barrio norte y las posibilidades de densificación en altura del área central determinaron que el crecimiento de los suburbios fuera lento hasta 1904.
El tranvía eléctrico y la llegada de nuevos contingentes de inmigrantes determinaron a partir de esta época el crecimiento de los loteos mediante el sistema de financiación a plazos. Entre 1904 y 1906 se vendieron cerca de 20.000 lotes que cubrieron la dis­tancia que aún separaba el centro de Bel-grano y Flores.
En la periferia la zona de fábricas y talle­res de Barracas, Avellaneda, Lanús y Quil­ines crece en usos residenciales mediante la ocupación de tierras bajas y áreas carentes de condiciones higiénicas y servicios. El nuevo matadero en Liniers polariza tam­bién el fraccionamiento de la tierra adyacen­te y las actividades portuarias de la Boca y las áreas del norte haste el delta (San Fer­nando, San Isidro y Tigre) han marcado formas polifuncionales de ocupación del espacio.
Las estaciones suburbanas del ferrocarril son los otros elementos esenciales de genera­ción de núcleos urbanos en el Gran Buenos Aires. La ciudad crece hacia estos polos de atracción y en 1914 alcanza 1.577.000 habi­tantes de los cuales el 60 por 100 eran ex­tranjeros.
La trama urbana se reitera uniformemen­te en el amanzanamiento que va ocupando las antiguas áreas de chacras y quintas se­ñalando la tendencia al crecimiento por adición. Buenos Aires avanza sobre los an­tiguos poblados englobados en su distrito pero a la vez la periferia del sur (Barracas y la Boca del Riachuelo) avanzaron sobre la ciudad.
Los planes de control e inducción del cre­cimiento de Buenos Aires fueron sustancial-mente parciales. Torcuato de Alvear apun­tó a dotar a la ciudad de obras públicas y símbolos, así como a crear los recintos urba­nos centrales que definieran la imagen de la ciudad.
La Avenida de Mayo (1885) era así el gran salón de exhibición y paseo, el lugar de la tertulia y el café, del corso carnavalesco y la manifestación política, tal cual sucedería lue­go en Río con la Avenida Río Branco (1912).
La apertura de la plaza —con la demoli­ción de la antigua Recova— la traza de la Avenida de Mayo —con la mutilación del Cabildo— significaba la suplantación de los antiguos símbolos históricos del poder co­mercial y político.
La transformación de la zona para hote­les, comercio, oficinas, y otras actividades burocráticas, incluida la Municipalidad, determinó el traslado de la función residen­cial privilegiada a la Avenida Alvear en pleno barrio norte, donde se erigieron in­creíbles mansiones entre parques y jardines.
Las características topográficas de esta zona permitieron la formación de calles de gran pendiente y curvas que constituyeron una distinción peculiar en la tozuda cua­drícula hispana continuada por los departa­mentos topográficos.
Alvear también planteó en 1889 la for­mación de la avenida norte-sur (9 de julio) que se emprendería en 1935 y la avenida de circunvalación (General Paz) que se­guiría la traza del perímetro de la Capital Federal (fue encarada en 1936 como vía de tránsito rápido).
Junto a la política vial, el desarrollo de las áreas paisajistas y el parque constituye el eje de la acción de Alvear en atención tanto a nociones de ornato urbano cuanto de higiene.
El parque Tres de Febrero en los terrenos de Palermo fue formado en 1875 por Sar­miento para que Buenos Aires tuviera su Bois de Boulogne. Las obras completadas por Alvear una década más tarde, mediante la importanción de faroles franceses y bajo la supervisión de Thays, eximio paisajista que realizó multitud de trabajos para di­versos países de América, se completó a prin­cipios del siglo xx con la zona del Rosedal y el monumento de los españoles.
Otros espacios verdes como la plaza San Martín fueron remozados en 1885 con fuen­tes, lagos, cascadas y se coloca allí en 1898 el pabellón Argentino de la exposición de París (1889) donde funcionará luego el Mu-seo de Bellas Artes hasta su demolicuonen 1932.
A comienzos del siglo el creciente tr fico en el área central lleva a plantea la ampliación de un conjunto de calles entre ellas Santa Fe, que se abrió en 1913, y pos-teriormente Córdoba, Corrientes, Belgra-no, Independencia y San Juan, que se fue ron realizando a través de los unos destru yendo buena parte del patrimonio arqui-tectónico de la ciudad.
La necesidad de plantear una alternativa de acción urbana un poco más sistemática lleva en 1906 a contratar al urbanista flan­cés Bouvard quien realizará planos para Buenos Aires y Rosario.
El traer a un jefe de trabajos públicos de la municipalidad de París, para estudiar y definir lo que debía hacerse con Buenos Aires y otras ciudades en seis semanas pare­cería hoy ridículo, pero para la época era la muestra de capacidad económica y el pres­tigio había pues que pagarlo.
Bouvard venía a ofrecer como novedad un trazado en diagonales con plazas en las cruces que ya habíamos experimentado veinticinco años antes de La Plata y a partir de este momento cuanto arquitecto, lotea-dor y voluntario andaba suelto se creyó en el deber de ofrecer alternativas de avenidas y diagonales sembrando más confusión a la que la contratación de Bouvard ya indicaba.
Algunas voces sensatas como la del arqui­tecto Víctor Jaescke '(1911) exclamaban «tratemos más bien de hacer algo original que caracterice a Buenos Aires y no copie­mos zonzamente y por rastacuerismo a todo lo que hay en París, como si no hubiere otra cosa existente o posible en el mun o y no fueran tan distintos París y Buenos Aires en su naturaleza, clima, topografia»
Jaescke denunciaba el sentido especula-tivo de todo el diseño de Bouvard a quien acusaba de no haber basado «su trabajo ninguna clase de estudios ni científicos:
esteticos, ni financieros, ha venido simple-mente para firmar y dar autoridad aparente
proyectos ajenos».
Sin embargo en 1911 se aprobó el Plan bouvard con sus 32 avenidas y 100 rond-points que se suponía se podrían concretar e un plumazo. En 1912 se comenzó la aper-tura de las diagonales norte y sur destruyendo buena parte de la trama del área central,lego se amplió Santa Fe (1913) y se formó el Balneario Sur (1917).
Las resistencias a la acción municipal fueron cuantiosas; la diagonal norte tardó tinta años y la sur quedó inconclusa. La Avenida 9 de julio tardó casi cincuenta años en completarse y cuando se completó ahora la quieren convertir en autopista...
De todos modos Forestier no comete los errores de Bouvard y proyectó muchos kiló­metros de avenidas y ampliaciones en la zona oeste y sobre los límites del perímetro federal, donde sus ideas no generarían grandes resistencias por parte de los inte­reses inmobiliarios. De sus proyectos se formaron parcialmente las Costaneras norte y sur, así como la rectificación del Riachuelo.
La estética formalista y monumental que habían presidido las planificaciones sucesi­vas de Alvear, Bouvard y Forestier pare­cían agotadas en 1930.
Todas las ideas se sustentaban en la ré­plica de la experiencia parisina sin tener claro qué tipo de ciudad se estaba confor­mando todos los días. En este periodo Bue­nos Aires comienza su desarrollo industrial por la expansión de la energía eléctrica, las facilidades de comunicación del ferrocarril y la centralización de las materias primas y servicios terciarios.
Las formas de vida también han cambiado y se requieren grandes espacios públicos, centros de recreación, clubs y uso mayor de la ciudad, en la faz social y cultural.
En este contexto de complejas realidades y planificaciones anacrónicas llegó en 1929 Le Corbusier y definiéndola como «Buenos Aires la ciudad sin esperanza» le agregó el toque de la utopía, retomando la antigua idea (1824) de la «New Town» sobre el río.
Nos decía el «maestro»: «Buenos Aires la ciudad de gran destino de Sudamérica, está más enferma que ninguna» y agregaba que su mal era un «mal de crecimiento».
Durante la segunda guerra mundial las zonas fabriles y el cinturón industrial del gran Buenos Aires crecieron claramente al impulso de una importante migración de población rural llegando la ciudad a cuatro millones de habitantes (1950) incluidos en el área metropolitana.
La expansión ecológica urbana fue sumando las áreas intersticiales con viviendas de sectores de bajos ingresos y marginales. La red de vías asfaltadas y el tren suburbano aceleraron la continuidad de la mancha urbana a la vez que condicionaron la den-sificación en vertical del área central.
Las invasiones de «villas miserias» en las áreas residuales marcaron una realidad a pe­sar de los esfuerzos de concreción de planes de vivienda efectuados por los gobiernos populistas de Perón.
El Estado bajo el peronismo desarrolló una intensa acción edilicia en equipamiento social y cultural (hospitales, escuelas, cen­tros de turismo social, vivienda) revirtiendo la actitud meramente contemplativa de las políticas liberales.
El Estado argentino en 1920 había cons­truido el primer barrio de «casas baratas» (Cafferata) y en los veinticinco años subsi­guientes su producción no alcanzó las 2.000 unidades, cifra que Perón superó en un solo año de política masiva de vivienda.
Sin embargo las contradicciones entre una política tendente a resolver el problema co-yuntural y una posible acción planificada se verifica en la formación de los poblados suburbanos de baja densidad y viviendas predominantemente unifamiliares como la «Ciudad Evita» (Ciudad Belgrano).
A la vez, la creciente participación y or­ganización sindical ya ofrecía una forma de protagonismo encuadrado en las sociedades intermedias hasta el momento ausentes de las decisiones políticas del país.
El equipamiento deportivo y recreativo origina el desarrollo de las áreas suburbanas al igual que la radicación del aeropuerto Internacional de Arzeiza, precursor entre o de su tipo en América (1946), mientras los sistemas de autopistas perimetrales ensaya ban las primicias de los «tréboles» y cruces distintos niveles (1948).
Aliento informal carente de personalidad, en suburbios reiterativos y monótonos que recuerdan la poesía de Alfonsina Storni.

Casas enfiladas, casas enfiladas
Casas enfiladas
Cuadradas, cuadradas, cuadradas,
Casas enfiladas
Las gentes ya tienen el alma cuadrada
Ideas en fila
Y ángulo en la espalda
Yo mismo he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada.

«La ciudad sin esperanza» siguió cre­ciendo bajo el impulso de la especulación, por adición, por yuxtaposición, con códigos que regulan y rematadores que diseñan, intendentes que aspiran a pasar a la historia trasladando fuentes, vistiendo el obelisco o destrozando la ciudad con autopistas ur­banas.
«La ciudad sin esperanza» donde los técnicos proponen seguir creciendo destru­yendo los restos del barrio sur, su centro histórico, donde aspiran encontrar «monu­mentos» singularísimos y se amparan en estadísticas, FOT, FOB y abstracciones de diverso orden.
Técnicos de «alma cuadrada», «Ciudad sin esperanza». ¿Por cuánto tiempo seguirá a la deriva?

Extracto del libro ARQUITECTURA Y URBANISMO EN IBEROAMERICA DE RAMON GUTIERREZ

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